domingo, 20 de abril de 2008

Aveces...

Aveces las palabras están de mas. Aveces los gestos son molestos... las miradas estorban, las sonrisas son intrusas.

"Ya tendré mi oportunidad" repetía Cesar muy dentro suyo, "ya la tendré".

Ni siquiera se atrevía a mirarla a los ojos, por temor a que le niegue la vista. No se acercaba por miedo a quedarse enredada mas en su perfume, y no se atrevía a hablarle, no sea cosa que ella respondiera con silencio, o peor aun, con indiferencia.

Y la noche corría juguetona y los minutos trataban en vano de alcanzarla, y todo en esa fiesta era risas y sinfines de historietas. Y Cesar, por supuesto. No nos olvidemos de Cesar.

Si acaso en la piel permanecen recuerdos, gastados por cientos de roces y almuerzos, en tersa la mano de Cesar quemaba, la vívida historia de él con Amanda. Si acaso el veneno del tiempo había enterrado los miles de besos en cientos de bocas, los besos de aquella en su boca reían, los besos de aquella en su boca quemaban.

Cual duende que antaño robara un tesoro el muchacho la espiaba y aveces miraba, mas no se animaba a decirle a su amada, que aquello vivido una vez, extrañaba. Sin nombres ni rostros los mil invitados rodeaban a Cesar de charlas y tragos, más siempre ignorando aquel mal que anidaba en su débil coraza que espíritu llaman.

La suerte de Cesar parece esfumarse, pensaba el muchacho en tercera persona. Quizás él debiera animarse y decirle que algunas palabras quisiera entregarle.

Y al fin la mañana entregaba sus claros, y entonces la noche caía abatida. Caía abatida la fe del muchacho, y alguno que otro de chocho reía.

Entoces la boca, pensó aquél muchacho, ya mas no podría aguantar sus latidos. Amanda se iba, y ya saludaba, y en voz "SI MENOR" hasta luego decía.

- Yo me voy, mañana me tengo que levantar temprano y tengo mucho sueño.
- Esperá, yo también voy para el mismo lado. - Cantó nuestro Cesar con voz casi nula.
- Seguro, venite, no hay ningún problema.

El viaje en el taxi no era ni eterno, ni largo ni calmo ni cálido o tierno. Las calles pasaban y mas se ahogaban, en esa garganta las penas, los sueños.

Pensaba y pensaba en alguna palabra, un son, un te quiero, un te extraño callaba. Muy imperceptible su mano arrimaba, de esto el muchacho poco se enteraba. Muy calmo esos dedos a aquellos cercaban, las manos dormían en el viejo asiento trasero del taxi en el que viajaban.

Y mientras pensaba y sin darse cuenta, los dedos rozaron la mano de aquella, pues sin darse cuenta se había acercado con esos recuerdos de vívida historia a los dedos de Amanda, que casi dormida, quizás por reflejo, quito en un momento su mano y entonces, aquel milagrito que pocos segundos había durado, quebró en mil pedazos, y todo seguía, igual que si nada hubiera pasado.

Y Cesar espiando por la ventanilla, miraba las casas bañadas en alba, pensaba en su adentro en tercera persona:

"Aveces las palabras están de mas. Aveces los gestos son molestos... las miradas estorban, las sonrisas son intrusas."

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